Con Manuel Cortés me une un afecto muy especial. No hemos coincidido demasiado, pero le tengo un enorme afecto. Entrar en sus libros es tropezarte con un alma buena, con una de esas personas que pese a todas las tragedias que nos rodean, nos devuelve la esperanza en el ser humano. Hace unos meses me contó ilusionado que iba como representante de la Asociación de Escritores Aragoneses a la Feria del Libro de Frankfurt. ¿Quién mejor que el para representarnos?. Me siento orgullosa de que alguien como él represente a la cultura y el amor por la palabra y la literatura de nuestra Comunidad y de nuestro país. Generoso como es, me ha permitido apropiarme de sus palabras para transmitir su crónica desde primera fila. Estoy segura que los alemanes y a través de ellos el mundo habrán descubierto gran escritor y una mejor persona.
La Feria del Libro de Frankfurt recuerda a una gran ciudad; con sus barrios (los halles), tantas calles, cada casa (los stands)... Como cualquier núcleo urbano que se precie disfruta de miles de servicios: gimnasio, peluquería, supermercados, equipo sanitario. Y por supuesto también tiene habitantes: editores, escritores, agentes literarios, libreros, distribuidores y un sinfín de sujetos vinculados al libro hasta llegar al más importante de todos: su lector.
Durante una semana me he sentido ciudadano en esos lares. Allí he visitado casetas, conocido a personas ciertamente interesantes, aprendido lo indecible de un sector que me apasiona. Allí estaban autores de primer nivel como Ken Follett, Günter Grass, David Grossman, Bret Easton Ellis, Jonathan Franzen, Ildefonso Falcones… Desde mi condición de aprendiz he vivido una experiencia de maestro en la que sólo faltó esa foto a su lado inmortalizando mi presencia. Pero sus prisas, la multitud, mi excesiva prudencia y el ritmo que impone esta urbe lo hicieron imposible.
Me encantaron las actividades del pabellón de Argentina (país invitado de honor en la Feria), la presentación en el stand mexicano de su Feria de Guadalajara, la ovación del sector hispanohablante al recibir la noticia del Nobel para Vargas Llosa y, por supuesto, la recepción del Instituto Cervantes al mundo editorial en español.
Además de la más importante del mundo, la Feria del Libro de Frankfurt presume de ser la más antigua, datando sus orígenes del siglo XV, cuando Johannes Gutemberg inventó la imprenta a pocos kilómetros de la ciudad. En las 62 ediciones de su era moderna la Feria ha crecido de manera exponencial, presentando un balance de vértigo: casi 7.000 expositores de más de cien países, cerca de 300.000 visitantes, unos 12.500 periodistas acreditados, 1.300 traductores, en torno a 3.000 eventos… Sin embargo, al margen de las cifras, lo mejor de mi visita estuvo en su lado humano.
Como he venido expresando en los distintos medios con los que colaboro, me encantó la ilusión mostrada por la delegación de Argentina, desde su condición de país invitado de honor. De allí vinieron más de 60 escritores, una nutrida representación editorial, aproximadamente 300 actos, una sesión de tango… Siempre cuidando los detalles para que todo saliera bien. En sus tertulias literarias abordamos muchos temas: la Literatura en tiempos de su dictadura, la actualidad editorial en español… Y uno que particularmente me apasiona: la narración oral, que por algo sus cuentacuentos están entre los mejores.
En el stand de Chile hablamos de otros asuntos, incluyendo el deseo unánime de que el rescate de sus mineros saliera bien. Con los representantes de México charlé sobre mi último libro (Mi planeta de chocolate) y distintas anécdotas relacionadas con los llamados Niños de Morelia. En el portal de Costa Rica compartí las vivencias de mis estancias allí, junto a cada relato que he escrito al respecto. Y así, caseta a caseta, país a país, fui llenando mi carrito de notas, amigos e ilusiones con la intención de volver a encontrarnos… Tal vez en otro sitio, puede que en otra Feria, quizás en otro libro.
Como he venido expresando en los distintos medios con los que colaboro, me encantó la ilusión mostrada por la delegación de Argentina, desde su condición de país invitado de honor. De allí vinieron más de 60 escritores, una nutrida representación editorial, aproximadamente 300 actos, una sesión de tango… Siempre cuidando los detalles para que todo saliera bien. En sus tertulias literarias abordamos muchos temas: la Literatura en tiempos de su dictadura, la actualidad editorial en español… Y uno que particularmente me apasiona: la narración oral, que por algo sus cuentacuentos están entre los mejores.
En el stand de Chile hablamos de otros asuntos, incluyendo el deseo unánime de que el rescate de sus mineros saliera bien. Con los representantes de México charlé sobre mi último libro (Mi planeta de chocolate) y distintas anécdotas relacionadas con los llamados Niños de Morelia. En el portal de Costa Rica compartí las vivencias de mis estancias allí, junto a cada relato que he escrito al respecto. Y así, caseta a caseta, país a país, fui llenando mi carrito de notas, amigos e ilusiones con la intención de volver a encontrarnos… Tal vez en otro sitio, puede que en otra Feria, quizás en otro libro.
En definitiva, un viaje a esa ciudad donde los sueños tienen forma de libro, que guardaré en la memoria de mi corazón. Vielen dank!
Manuel Cortés Blanco
1 comentario:
Estuve una vez hace ya varios años, y es como Manuel la describe, como una gran ciudad en la que te pierdes fácilmente.:-) Ojalá pudiera ir cada año pero la distancia y la falta de tiempo no me dejan. Este año ha debido de ser espectacular entre tanto autor. ¡Muchas gracias por el artículo!
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