Conforme nos vamos haciendo mayores, todos en mayor o menor medida nos empeñamos en ser Peter Pan -ese niño que se negaba a crecer por antojo de J.M.Barrie-, obstinados en guardar bajo doble llave ese niño que fuimos una vez, hace ya tanto tiempo. Por eso, seguramente compartimos con los niños en Navidad y en Reyes parte de su ilusión al abrir los regalos. Nos alimentamos así de su inocencia, de esa necesidad de creer en cosas totalmente imposibles.
Pero como esperar todo un año para recuperar esa infancia que vivifica nuestra rutina de sufridores (léase pagadores) es demasiado castigo, nos buscamos otra oportunidad: el verano, las vacaciones. Y así cometemos la locura de jugar al fútbol en la playa o a las palas en la orilla como si fuésemos niños, cuando verdaramente nuestro cuerpo no está para semejantes trotes.
Como quiera que estos intentos son un deporte de riesgo, se me ocurre algo mejor, ¡Peter Panes del Mundo! Bajo el cobijo de una buena sombra yvacompañado por una bebida refrescante muy muy fría -es opcional adornarse con bocata de tortilla de patatas- se pueden recuperar esas lecturas de hace 10, 15, 20 años... esos libros que de niños o adolescentes consiguieron prender la llama de lo que ahora es un gran fuego, nuestra pasión por la Literatura. Regresando sobre Verne, Twain, Salgari, London, Stevenson, ... volveremos a andar ese camino que recordamos vagamente, pero que no es tan familiar porque forma parte de lo mejor de nuestros recuerdos.
Seguro que entre las páginas de esos clásicos rescataremos viejas sensaciones, viejos anhelos, y a lo mejor nos da un vuelco el corazón al reconocer a ese niño que una vez fuimos y que alguna vez soñó con emular a ese Capitán Nemo, a Tom Sawyer, a Sandokan, a Gulliver... a Peter Pan.
Y cuando alguien nos pregunte, al vernos sonreír con la lectura,
-¿Tan divertido es el libro?,
lo miraremos de reojo con la arrogancia de un pirata de "La isla del Tesoro", nos encogeremos de hombros, nos acordaremos de los Niños Perdidos y de Campanilla, y pensaremos que ese alguien habrá de esperar como mínmo a Navidad para recuperar lo que tú ya disfrutas gracias a ese libro, un trozito de tu propia infancia.
Cualquier argumento es válido para rescatar esos libros que muchos de nosotros tenemos en los rincones más inaccesibles de nuestra biblioteca o en la doble fila de nuestras estanterías, como si nos diese vergüenza de esos primeros amores literarios.
Yo soy uno de esos Peter Panes -brazos en jarras y sonrisa pícara- que baja hasta la playa para automedicarse con Verne, el Capitán Nemo y "Veinte mil leguas de viaje submarino".
Firmado: Turangalila (Alejandro Castroguer)
Pero como esperar todo un año para recuperar esa infancia que vivifica nuestra rutina de sufridores (léase pagadores) es demasiado castigo, nos buscamos otra oportunidad: el verano, las vacaciones. Y así cometemos la locura de jugar al fútbol en la playa o a las palas en la orilla como si fuésemos niños, cuando verdaramente nuestro cuerpo no está para semejantes trotes.
Como quiera que estos intentos son un deporte de riesgo, se me ocurre algo mejor, ¡Peter Panes del Mundo! Bajo el cobijo de una buena sombra yvacompañado por una bebida refrescante muy muy fría -es opcional adornarse con bocata de tortilla de patatas- se pueden recuperar esas lecturas de hace 10, 15, 20 años... esos libros que de niños o adolescentes consiguieron prender la llama de lo que ahora es un gran fuego, nuestra pasión por la Literatura. Regresando sobre Verne, Twain, Salgari, London, Stevenson, ... volveremos a andar ese camino que recordamos vagamente, pero que no es tan familiar porque forma parte de lo mejor de nuestros recuerdos.
Seguro que entre las páginas de esos clásicos rescataremos viejas sensaciones, viejos anhelos, y a lo mejor nos da un vuelco el corazón al reconocer a ese niño que una vez fuimos y que alguna vez soñó con emular a ese Capitán Nemo, a Tom Sawyer, a Sandokan, a Gulliver... a Peter Pan.
Y cuando alguien nos pregunte, al vernos sonreír con la lectura,
-¿Tan divertido es el libro?,
lo miraremos de reojo con la arrogancia de un pirata de "La isla del Tesoro", nos encogeremos de hombros, nos acordaremos de los Niños Perdidos y de Campanilla, y pensaremos que ese alguien habrá de esperar como mínmo a Navidad para recuperar lo que tú ya disfrutas gracias a ese libro, un trozito de tu propia infancia.
Cualquier argumento es válido para rescatar esos libros que muchos de nosotros tenemos en los rincones más inaccesibles de nuestra biblioteca o en la doble fila de nuestras estanterías, como si nos diese vergüenza de esos primeros amores literarios.
Yo soy uno de esos Peter Panes -brazos en jarras y sonrisa pícara- que baja hasta la playa para automedicarse con Verne, el Capitán Nemo y "Veinte mil leguas de viaje submarino".
Firmado: Turangalila (Alejandro Castroguer)
3 comentarios:
bonito escrito. a veces con un libro, por pequeño, viejo, delgado o antiguo que nos parezca, vivimos mucho y recordamos tiempos pasados.
a mí también me gustan mucho esos viejos clásicos porque valen más de lo que piensan los puristas.
a mí por lo menos me divierten...
Precioso artículo, Turangalila.
Qué nostalgia me he entrado de repente...
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