Acabo de reencontrar entre mis libros viejos uno que acaba de ser reeditado como una novedad exquisita. Lo tenía en un rincón junto con los best seller viejos y libros de divulgación de los que por algún motivo irracional no quiero desprenderme.
No recordaba el título ni quien era el autor. Era capaz de evocar perfectamente el argumento. Estaba publicado en una colección con un criterio que lo acercaba casi a la superstición o a la historia fabulada o a esas interpretaciones de pasajes históricos a medio camino entre el mito y una difusa realidad.
Hace poco alguien me paso unos libros de los de desconectar con un argumento intenso, sin mas pretensiones que contar una historia truculenta y oscura. Lo había leído ya, pero no recordaba absolutamente nada, reconocía y era capaz de situar el autor, la novela y la serie policíaca a la pertenecía.
Poseo mis pequeñas joyas, mis libros-mitos personales de los que recuerdo todos los sentimientos y las pasiones que me provocaron y solo una leve sombra del argumento: tengo vívida el tacto de su portada, la forma en que su texto se derrama por las páginas, a veces hasta el olor y la conciencia de haber dejado en ellos alguna flor entre sus hojas para que se fundiera en la esencia del libro.
Qué misterios llevan a la memoria y a la razón a colocar unos y otros en las diferentes estanterías del recuerdo, es aun un problema que no he resuelto, pero es parte de la magia y de la pasión por la lectura. Colocar unos o colocar otros en un sitio no responde a ningún criterio, ni a supuestas calidades, ni a al momento, ni al tiempo de la lectura. Solo tal vez a algún capricho del destino que los atraveso en nuestro camino en un momento determinado.
La lectura es para algunos un rito tan posesivo con la pasión por escribir o por la música. Es una forma de vivir, en algunos casos se une una especie de síndrome de Diógenes a medio camino entre la avaricia y el coleccionismo, de poseer el objeto: todos son pocos, el tiempo se hace corto, queremos leer todos los que vemos comentados, aquellos de los que nos hablan los amigos. Pero el tiempo es limitado, y hay que seleccionar. El instinto avaricioso es mas difícil de descartar, los títulos se cuelan en el subsconsciente volviendo una y otra vez con una compulsión obsesiva.
Eso es vivir para leer.
Eso es vivir para leer.
2 comentarios:
Menuda compulsión, Julia, vivamos para leer, pues. :)
La verdad es que últimamente uno no da abasto a la cantidad de libros que te recomienda la gente.
Pero se intenta :)
Publicar un comentario