martes, 15 de mayo de 2012

Martyrium visto por su autor

"¿Una novela histórica?, ¿Yo, un profesor? Uy, uy, uy... No sé... Hay que pensarlo mucho..."

Más o menos esto pensaba hace casi dos años, cuando desde Ediciones B se me planteó la posibilidad de escribir una novela histórica.

La cuestión es que me tomé un tiempo, y sobre la base de la época en la que habitualmente trabajo, la Antigüedad tardía, el imperio romano entre el siglo III y el V, el final de Roma y los reinos bárbaros, busqué la manera y el tema. Quiero reconocer públicamente el papel de mi mujer, Delfina, sin la cual nada de esto hubiera sido posible. Y aprovecho también para dar públicamente las gracias a Ediciones B por la arriesgada apuesta que hicieron conmigo.

El tema lo vi más o menos claro: Constantino, el triunfo del cristianismo y el inicio de la crisis de Roma. La manera era otra cosa, para mí mucho más difícil. Se trataba de EXPLICAR, pero NARRANDO. Y aquí me terminé de convencer. ¡Llegar a mucha gente para contar cosas de la Roma tardía!

Introducir esos temas (sobre todo el triunfo del cristianismo, que pasó de los suplicios a aconsejar al emperador, y el comienzo de la crisis de Roma) en una trama novelesca, con un lenguaje comprensible... Y de ahí surgió MARTYRIUM. EL OCASO DE ROMA.

Los profesores universitarios estamos acostumbrados a nuestros Congresos, seminarios, conferencias, o a nuestras publicaciones en revistas y editoriales académicas. Dicho de algún modo, la novela histórica no ha tenido muy buena prensa entre nosotros. Yo mismo soy muy crítico en este aspecto, porque ante todo pienso y explico desde mi profesión y mi formación. A mi modo de ver, si las cosas se hacen con rigor, si los personajes históricos responden al sentido de la Historia, y están en su momento y en su sitio, si lo que se cuenta encaja con las estructuras y los hechos históricos, entonces la novela histórica se convierte en un producto de calidad. Y se hace muy buena novela histórica en España. En suma, el rigor y la amenidad, diría más, la pasión por explicar las cosas a través de una novela. Tal ha sido el motor de MARTYRIUM. Acaso esto haya sido lo más difícil en mi caso: el conflicto constante entre el historiador, el profesor, y la necesidad de construir una trama y unos personajes.

MARTYRIUM trata de ofrecer al lector un abanico de situaciones de la vida cotidiana de la Roma de finales del siglo III y comienzos del IV d.C. Y los personajes, todos ellos, responden a tipos, funciones, modelos, que existieron en la realidad: un par de oficiales militares, una cortesana, un clérigo, una mártir de Hispania... Ellos son producto de la ficción, pero responden, como digo, a arquetipos que sí existieron. Y, además, hay personajes históricos: el emperador Constantino, el obispo Osio de Córdoba, los Eusebios (de Cesarea y de Nicomedia), Macario de Jerusalén, algunos gobernadores...

Constantino decidió apoyar al cristianismo y sustentar la construcción de su nuevo sistema de poder en la Iglesia. Era nuevo porque liquidaba la Tetrarquía, el gobierno de cuatro emperadores creado por Diocleciano. Y para su sorpresa, la Iglesia estaba muy dividida, había algunos conflictos de enjundia, como por ejemplo la discusión sobre si Cristo era sólo humano o si realmente participaba de la divinidad... El concilio de Nicea (325), que aparece recreado en la novela, fue determinante, porque supuso la creación del credo que más tarde sería la base del catolicismo. Pero no fue decisivo. Los obispos seguirían discutiendo durante décadas sobre la naturaleza de Cristo.

En fin, MARTYRIUM refleja la vida cotidiana del imperio romano. Las escenas eróticas, la violencia de las persecuciones contra los cristianos, el refinamiento de la corte, la modestia de los campesinos de las provincias, el mundo de los esclavos, son algunos de los ingredientes de esa vida cotidiana. Y todo ello en la época crucial en la que se produjo el cambio del cristianismo, que pasó precisamente del "martyrium" a aconsejar nada menos que al mismísimo emperador. Y también ofrece algunos detalles sobre el inicio de la crisis de Roma, los primeros síntomas de un proceso de enorme trascendencia que iría manifestándose con más claridad durante los siguientes años.

Santiago Castellanos

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