Autora: Patricia Esteban Erlés
Ilustración: Sara Morante
Editorial: Páginas de Espuma
Colección: Voces literatura
184 páginas
ISBN: 9788483931639
Una pareja avanza hacia la habitación-escenario: compungida. Él de negro riguroso, ella con teja, mantilla, vestido negro y medias de rejilla. Una Manola de procesión, (pelín descocada, eso sí. Mucha pinta de beata no tiene, pero el protocolo se impone en estos casos). Con el duelo en las caras, llaman a la puerta y preguntan por la señora a la encantadora ama de llaves, (una casa de esta categoría tiene que tener ama de llaves), que no sabe cómo salir del paso.
Con prudencia se acerca a un mueble algo estrafalario en un domicilio normal, pero ya estamos avisados de que es una casa de muñecas. Con una cierta irritación, alguien contesta desde el interior del mueble "mira que les había avisado que hoy estaba ocupada porque me moría" (digamos que más o menos eso era lo que quería decir). Cuando ya tenía pillada la postura dentro del ataúd, la cortesía le obliga a levantarse, porque Patricia es una mujer a la que le gusta cumplir con el protocolo. Si hay que recibir a una visita, se recibe, si hay que castigar, o asesinar a un personaje, se castiga y asesina. Es una mujer de palabra.
La pareja son el editor y la ilustradora de su nuevo libro, Casa de muñecas. La intuición del ama de llaves no falla. El editor ha dejado el féretro de la talentosa ilustradora aparcado en las obras del tranvía, que el tráfico está fatal para moverse con semejante mamotreto.
El libro ha sido terminado, finiquitado, y ha dejado tal vacío en las autoras que les ha llevado a organizar este funeral. Frente al público, guiadas por el editor, han ido paseando por las estancias de la lúgubre mansión. Las autoras van desgranando el contenido: escenas que describen esos habitantes que ocupan las estancias tenebrosas. Unas habitaciones que pueblan siempre los fantasmas retenidos por las historias que Patricia nos desvela y Sara nos muestra en unos dibujos difíciles de describir en su belleza sugerente y oscura.
En el escenario, los personajes se vuelven sólidos y ellos mismos, ataviados, eso sí, de luto riguroso con un detallito de color, magenta, por supuesto. La cocina, los lavabos, los dormitorios, la biblioteca, los sótanos y el desván nos desvelan sus secretos y son los universos para desarrollar estos microrelatos. Personajes de costumbres maliciosas, de instintos poco reprimidos, de tendencias disimuladamente solidarias. Alguno, temeroso, solo ha dejado oír su voz.
Ha sido una brillante representación, que ha sabido sortear el riesgo que asumían al hacer un juego de roles en actos dados a la seriedad y a la rigidez del autor que habla y el presentador que alaba. Al lector le han dado a probar un trozo de la golosina que le espera en ese marco incomparable, disculpen la tópica y verídica repetición de la frase hecha, que es El Pequeño Teatro de los Libros.
Hemos visto día a día cómo se iba haciendo realidad este libro. Tanto Patricia como Sara son dos personas admiradas y queridas en este mundo de las redes sociales. Su creatividad está siempre a la vista y son generosas al compartirla, como comparten sus sentimientos y sus pasiones. Pero os aseguro que pese a ir sobre aviso, porque hemos visto el germen de esos relatos en el muro de Patricia y los bocetos de los dibujos en el de Sara, el libro supera lo esperado. Es simplemente un precioso libro joya. Los textos depurados, los dibujos traspasan el papel.
Para tocar y mirar, a ser posible en un ambiente propicio: noche de tormenta, copita de jerez o de algo mas fuerte y algo sofisticado para picar. Me pierden los lujos sibaritas.
Por cierto, un consejo: si os llamáis Ana, cuidaros las espaldas.
Julia
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