El académico, escritor y periodista
Andrés Ortega Klein (1954) se adentra en el ámbito de la novela con “Sin
alma” (Galaxia Gutemberg), una obra que recorre los recuerdos y
vivencias del Profesor, un neurólogo discípulo de Ramón y Cajal,
en el Madrid de 1948. Un viaje filosófico de la mano de sus hijos
sobre la muerte, el recuerdo y el diálogo entre ciencia y religión.
El autor presentó recientemente su
novela en la librería independiente Lé entre un público abundante
en el que no faltaron periodistas, escritores y políticos como
Javier Solana, Ángel Expósito o Garrigues Walker. El filósofo Javier Gomá y el
periodista y escritor Juan Cruz acompañaron a Andrés Ortega en la
presentación.
Gomá abrió el acto haciendo una
reflexión sobre el género de la novela, diferenció entre las
novelas de pretérito definido y las de indefinido. “Las primeras
son de un lenguaje fuerte, las segundas mucho más evocadoras. Sin
alma es, sin duda, evocadora”,
y resumió: “no es una novela convencional”.
Juan
Cruz consideró la obra como “una narración que evoca la nostalgia
al pasado”. La nostalgia a aquel momento, en la España de 1948,
que podría haber supuesto un momento de inflexión, cuando España
podría haberse acercado a la Europa deseada y no lo hizo. “Cuando
todavía hubiese sido posible volver a los ideales republicanos,
cuando pensamos que sobe las cenizas del desastre podría resurgir
algo diferente y comprometido”. Pero España, de nuevo, se
mantuvo apartada. Este libro resume, en palabras de Cruz, “la
agonía unamuniana y
permite adentrarse en los espíritus de aquella época. No habla solo
del alma de los hombres, también del alma de este país”.
“Me
he leído el libro como ciudadano lector: es un libro que se
degusta”, resumió Cruz, quien aseguró que la escritura de Andrés
presenta un detenimiento que el lector debe agradecer y, en concreto
este libro, ofrece el desenlace que cada uno queremos.
Ortga
Klein contó que cuando llegó el libro a la editorial “se
entusiasmaron y me hicieron entusiasmarme a mi, hasta pensar que
había escrito algo medianamente decente”. Entre los incitadores de
la escritura de esta obra el autor se refirió quienes le acompañaban
en la mesa y al diplomático español Carlos Zaldivar, por sus
conversaciones sobre la neurociencia y el alma.
“Este
libro he tardado mucho tiempo en reflexionarlo y redactarlo. Me vino
bien para apartarme un poco de la intensidad política y económica
de los últimos años”, dijo Ortega para referirse a su trabajo en
el Departamento de Análisis y Estudios del Gabinete de la
Presidencia del Gobierno durante los últimos años.
En
este tiempo de difícil reflexión “por los twits, los sms, los
mails y todo eso que son desumanizadores”, tenemos la necesidad de
comprender sobre la vida, la muerte y el recuerdo, y aprovechar los
abundantes conocimientos hacia los que se avanza, esta novela lo
intenta, resumió el autor. “La muerte no es algo malo: puede ser
duro el proceso de morir, pero no la muerte en sí”.
Cabe
tener en cuenta, tal y como avisó Ortega, que "las creencias religiosas están decreciendo en
Europa, pero en el resto del mundo está sucediendo lo contrario". La religión juega un papel fundamental a la hora de
estructurar nuestros valores, y es de lo más público que hay. Y
como definió el autor “es así, pero nada es eterno”.
Víctor Pons
1 comentario:
muy buen articulo, esto me da a pensar que en la literatura no hay limite para el que se piense la idea de ser leido.
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