domingo, 25 de marzo de 2012

La herida del amor, la de la muerte y la de la vida


21 de marzo, día internacional de la poesía y día en que Paloma Sánchez-Garnica presenta su nueva obra “Las tres heridas” (Planeta, 2012) en Fnac de Málaga.

No podría haber día mejor para presentar mi nueva novela” declara Paloma, y es que escogió el título en honor al poema homónimo de Miguel Hernández, poema que considera admirable, por decir tanto y con tanta sensibilidad utilizando tan pocas palabras.

En “Las tres heridas”, Ernesto, un escritor siempre a la búsqueda de su gran obra, encuentra una antigua caja de latón que contiene la fotografía de una joven pareja, Mercedes y Andrés, junto con unas cartas de amor. Comenzará a indagar en la historia de la pareja a través de los datos que obtiene de las cartas. La intrigante imagen, tomada el día que empezaba la guerra civil, y el posible destino de sus dos protagonistas le ayudarán a escribir su gran novela mientras se convierte en testigo de las heridas del amor, de la muerte y de la vida.

La historia comienza en aquel fatídico julio del 36, aquella fecha que marcaría la vida de tantísimos españoles y españolas, que todavía no sabían las consecuencias nefastas que acarrearía una guerra que se iba a prolongar durante casi 3 años, y una dictadura de más de 30. El escenario principal es Móstoles, “¿por qué elegí Móstoles?”, Paloma sonríe mientras hace esta pregunta, “porque mi marido es mostoleño” declara con orgullo. Y es que en 1936 Móstoles no es la ciudad de más de 200000 habitantes que hoy conocemos, si no un pequeño pueblo de aproximadamente unos 2000 vecinos. Paloma relata que la idea surge por sus suegros, que es entonces cuando toma contacto con la guerra, escuchando las historias de cada uno, velada tras velada. En su casa, dice, nunca se ha hablado del tema. Su madre era muy pequeña y nada recuerda, su padre un muchacho que debió alistarse en la División Azul, que fue herido de guerra, donde casi pierde un ojo y que arrastró sus secuelas y su silencio hasta su prematura muerte a los 57 años.

Sin embargo, es en casa de su familia política donde descubre en primera persona los pormenores de la guerra, la salida de Móstoles, el apresamiento de su suegro y su reclusión en una checa, los trabajos forzados, el hambre, la imposibilidad de escapar, ya que si no fusilaban al que iba por delante y por detrás suya en la fila de reclusos, siendo su propio hermano su antecesor. Paloma nos hace partícipes de una anécdota. El grupo de su suegro se encontraba en Las Rozas. Una noche escapa y se va caminando, a ratos corriendo, campo a través hasta llegar a Móstoles. Allí, va a ver a un tío suyo que sigue en el pueblo, quien le da dos platos de garbanzos para comer, tanta es el hambre que lo domina, garbanzos que acaba vomitando, ya que su cuerpo no está habituado a comer tanto. El hambre era lo peor, un día incluso, llegó a comerse un perro. Más tarde, deshace lo andado para volver a Las Rozas, a él le da igual que le metan un tiro entre ceja y ceja, pero no quiere condenar ni a su hermano ni a su compañero.

¿Qué lleva a un muchacho de 21 años a perder la esperanza de esa manera?”, “¿Cómo un hombre joven con tanta vida por delante no tiene nada por lo que vivir y le da igual caer en una guerra?” Estas preguntas nos las plantea Paloma. Es duro, y muy triste ver como la guerra le arruinó la vida a tantísimas personas, muchas de las cuales siguen siendo un testimonio vivo de aquellos años. Es por ellos por los que ha escrito este libro, y porque mientras recordemos estos hechos no volveremos a repetir los mismos errores, porque si bien toda guerra es mala, una entre hermanos es terrorífica.

La presentación ha sido muy emotiva, estamos todos sin palabras, además, Paloma es tan cercana que piensas que estás con una amiga de toda la vida.

Al final firma nuestros ejemplares, y a título personal me cuenta que en ciertos pasajes, mientras escribía, era tal la emoción y emotividad que sentía que tenía que levantarse de su silla, dar una vuelta, tomar aire y pasado un tiempo proseguir. Sin embargo, me dice, es un libro tremendamente esperanzador. Y es con eso con los que nos debemos quedar, con la esperanza, que no debemos perder, ni siquiera en los momentos en los que ya nada importe.


Piridina.

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