La noche de los libros, aunque comienza aún de día, en la que los libros salen a pasear por las calles de Madrid, se ha convertido en imprescindible para los que nos gustan estos objetos. Y mientras no se extingan, como muchos vaticinan, muchos seguiremos saliendo a cazar la última novedad o aquel libro que tanto buscas y que puedes conseguir a precios más asequibles. A mí no deja de sorprenderme el ver mi ciudad con tantas y tantas personas encaramadas a los puestos buscando un hueco por el que colarse entre la multitud para conseguir alcanzar algún ejemplar.
Y no es para menos, la Unesco ha declarado el día 23 como el Día Internacional del Libro (este año se ha celebrado el 27 de abril en Madrid), que ha pasado de extenderse por España, desde Cataluña, al resto del Mundo. Gracias además a que fue el día en que fallecieron Shakespeare, Cervantes y Garcilaso de la Vega.
Aunque no nos engañemos, es una excusa como otra cualquiera para salir a comprar un libro, y ya si hay algún escritor del que te apetezca tener una firma o decirle unas palabras, ¡qué mejor momento! Es un aperitivo para la Feria del Libro, a finales de mayo, con la diferencia de que este día tienes concentrados en unas cuantas librerías y en unas pocas horas a muchos autores. Aunque también cambia el paisaje más tranquilo y colorido de El Retiro, por el caos y el gris del cemento del centro, también con cierto encanto. En una mesa puede haber escritores de todo tipo, juntos, que no revueltos, viendo pasar a la gente con una sonrisa en la cara, animándote a que te acerques.
Tanto los noveles y menos conocidos, como los ya consagrados comparten mesa (y alguna que otra coincidencia). Era curioso ver a Maruja Torres, a la que se le acercaba gente continuamente formando colas, firmar uno de sus trece libros publicados. Teniendo al lado a Eloy Moreno, más tranquilo y accesible, con su primera y única novela, reconociendo a los lectores (seguidores y amigos) de su página, de un blog, de los muchos foros que visita. Son los contrastes, lo mucho y variado de los autores que se acercaban a los puntos de firma de la librería. Al lado de un escritor que hacía una dedicatoria escueta estaba el dibujante de comics y autor de “Conejo frustrado”, Mike Bonales, personalizando las firmas con viñetas y dibujos de sus protagonistas.
Luego estaban los dúos, como el formado por los locutores y escritores de varios libros ya Sergio Fernández y el Monaguillo, o uno que había perdido su mitad, al lado de los anteriores, Juan Luis Cano (integrante de Gomaespuma), u otro que había perdido a su “troupe”, Joaquín Reyes. Porque es igual, novela o cómic de humor, novela romántica, novela negra u otras más blancas. Benjamín Prado o Inés Ortega. Todos cabían bajo esas pequeñas carpas.
Y también tuvo lugar algún que otro plantón, como el de una escritora cuyo nombre no diré, pero que después de esperarla hasta las ocho no apareció, otra vez será... Quizá tuvo algo que ver el Partido del Siglo, un Madrid-Barça que igual no importaba tanto a muchos de los que estábamos allí como lo que se estaba viviendo. La diferencia es que nadie se va derrotado, todos ganamos y al acabar vamos a ir a celebrarlo, a buscar un lugar en el que sentarte a leer tranquilamente.
Y claro llegó la hora en que el encantamiento se acaba, como en todo cuento que se precie, y a las doce los libros se recogieron y volvieron a sus jaulas de madera. Pero con este día en la memoria.
Paul Thinkmind