El pasado miércoles tuve la gran suerte de asistir al encuentro de Cornelia Funke con sus lectores que tuvo lugar en Colonia, dentro del programa literario LitCologne que se celebra todos los años por estas fechas.
La
verdad, no sabía muy bien qué me esperaba. ¿Habría sólo niños? ¿Quedaríamos
fuera de lugar mi pareja, a la que tuve que arrastrar, y yo? ¿Tendría aunque
fuera un segundito para hablar con ella? ¿Me haría algún caso?
Pues
bien, es cierto que nosotros dos éramos de los pocos adultos que estaban allí
sin niños, y también es cierto que había muchísimos niños, pero aun así, no me
sentí en ningún momento fuera de lugar. De hecho, me parece que los adultos atendíamos
a la escritora más embobados que los propios niños, algunos de los cuales
empezaron a dar signos de cansancio a medida que el acto llegaba a su fin.
Cornelia
Funke atrapó nuestra atención desde el principio y no la soltó hasta el final,
tanto mientras leía de su último libro El
caballero fantasma, como cuando respondía a las preguntas que le hacía el
público. Dos moderadores iban pasando el micrófono a los niños que pedían su
turno levantando la mano. “A ver qué preguntas hacen estos críos, seguro que se
repiten y todo”, pensé yo. Nada más lejos de la realidad: las preguntas eran a
cual más interesantes, y no se repitió ni una, a pesar de que quizá respondió a
unas veinte a lo largo de todo el acto. Y lo hizo con una simpatía, frescura y
sinceridad más propias de un niño que de un adulto de cincuenta y cinco años,
edad que confesó tener entre risas “a pesar de lo alegre y vital que soy”. Me
impresionó ver que hasta mi pareja, que ya digo que fue un poco arrastrado y
sin esperar nada del evento en cuestión, escuchó encantado toda la hora y media
que duró el acto.
Y
las preguntas giraron en torno a sus libros (dijo que, aunque había dejado de
contarlos, ¡habrá escrito unos sesenta!), sus personajes, sus mundos, su
carrera profesional y un poco su vida personal. En cuanto a sus personajes
confesó haberse inspirado en uno de sus hijos para crear tanto el personaje de
Jacob como el de Will, los dos hermanos protagonistas de su última trilogía, Reckless. Dijo sentirse identificada
especialmente con Fux, medio mujer, medio zorro, también protagonista de su
último mundo detrás del espejo.
Respecto
a su carrera profesional, contó que, en realidad, ella fue durante mucho tiempo
ilustradora de libros infantiles, hasta que un día, aburrida de los insípidos
libros que tenía que ilustrar, se puso a escribir una historia tal y como a
ella le gustaría que fuera, llena de todos los elementos que la fascinaban como
lectora. Y en algún momento dado, pasados unos años y con unas cuantas novelas
a sus espaldas, se dio cuenta de que lo que realmente le gustaba era escribir,
y decidió dedicarse de lleno a la escritura.
Habló
de cómo iba de pequeña con su padre a la biblioteca municipal, en la entrada se
separaban, él iba a la sección para adultos y ella a la infantil, y después
regresaban los dos a casa cargados con su respectiva montaña de libros.
Recomendó a los niños viajar y vivir un tiempo en el extranjero como una
experiencia irrepetible y que te ayuda a conocerte a ti mismo y a tu propio
país, mucho mejor que sin salir jamás de él.
En
fin, un auténtico placer escucharla. Como botón inevitable del encuentro, al
final firmó, pero sólo dos libros por persona y sin dedicatoria. Se disculpó
mil veces, pero de otro modo todavía estaríamos allí, ya que la cantidad de
asistentes al encuentro rondaría los 800, y había niños con verdaderas pilas de
libros en las manos.
Y en todo este caos, cuando, después de una media hora apretujada entre niños y mamás, conseguí al fin estar unos segundos delante de ella, entregarle mis dos ejemplares y decirle que soy su traductora al español para el mercado mexicano, tuvo el detalle de darme la mano y decirme, con una sorpresa y alegría que interpreté sinceras, que era un honor conocerme. Me temblaban las piernas como a una quinceañera conociendo a su ídolo musical
Y en todo este caos, cuando, después de una media hora apretujada entre niños y mamás, conseguí al fin estar unos segundos delante de ella, entregarle mis dos ejemplares y decirle que soy su traductora al español para el mercado mexicano, tuvo el detalle de darme la mano y decirme, con una sorpresa y alegría que interpreté sinceras, que era un honor conocerme. Me temblaban las piernas como a una quinceañera conociendo a su ídolo musical
Margarita
Santos (Murke)