Publicado en francés hace 20 años, "Elogio de lo cotidiano" es el último libro de la lista de obras de Tzvetan Todorov traducido en los últimos años por Galaxia Gutenberg. Con el Instituto Francés como escenario, Todorov nos sumergió en el cambio radical que sufrió el arte en el siglo XVII. Su "Elogio a lo cotidiano" refleja un análisis de la pintura holandesa de ese siglo cuando "ya
no serán los grandes personajes, santos, papas, héroes, los sujetos de
estos cuadros sino personas normales, como usted y como yo", tal y como explicó el autor de origen búlgaro
Su estudio por la concepción del arte de la Baja Edad Moderna contempla que "por primera vez, la gente normal, por decirlo de alguna manera, no solo será el sujeto de las obras sino los que las adquieran y las cuelguen en sus casas," reflexionó Todorov. Además, según contó el propio escritor, hubo un cambio en la percepción de las cosas, "abandonando la idealidad y centrándose más en la representación de los objetos." Incluso la mujer recobra ese protagonismo tantas veces negado en el arte, al pasar el escenario de los cuadros de los centros de poder a las propias casas y ámbitos privados, espacios tradicionalmente reservados a las mujeres.
Entre su críticas al mundo que ha iniciado el siglo XXI destacó que todo esté mecanizado y se haya perdido el sentido del gesto natural. "Ahora nuestros gestos están organizados y sistematizados en nuestra mente", comentó para a continuación mencionar con cierta nostalgia el valor y el significado que tenían esos gestos en el siglo XVII: "¡hasta pelar una manzana tenía sentido!"
Hizo referencia al alejamiento progresivo en la relación de los artistas con la propia sociedad: "el arte visual ha distanciado sus relaciones con la vida corriente, encerrándones estos en su propio mundo." Todorov confesó que este hecho le entristece ya que es un firme defensor de la interacción e intercambio de ideas entre los artistas y la sociedad. Por último, quiso recomendar dos libros para el Día del Libro: "El crepúsculo de Prometeo" y "La maldad política. Y cómo combatirla" de Alan Wolffe.
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Su estudio por la concepción del arte de la Baja Edad Moderna contempla que "por primera vez, la gente normal, por decirlo de alguna manera, no solo será el sujeto de las obras sino los que las adquieran y las cuelguen en sus casas," reflexionó Todorov. Además, según contó el propio escritor, hubo un cambio en la percepción de las cosas, "abandonando la idealidad y centrándose más en la representación de los objetos." Incluso la mujer recobra ese protagonismo tantas veces negado en el arte, al pasar el escenario de los cuadros de los centros de poder a las propias casas y ámbitos privados, espacios tradicionalmente reservados a las mujeres.
Entre su críticas al mundo que ha iniciado el siglo XXI destacó que todo esté mecanizado y se haya perdido el sentido del gesto natural. "Ahora nuestros gestos están organizados y sistematizados en nuestra mente", comentó para a continuación mencionar con cierta nostalgia el valor y el significado que tenían esos gestos en el siglo XVII: "¡hasta pelar una manzana tenía sentido!"
Hizo referencia al alejamiento progresivo en la relación de los artistas con la propia sociedad: "el arte visual ha distanciado sus relaciones con la vida corriente, encerrándones estos en su propio mundo." Todorov confesó que este hecho le entristece ya que es un firme defensor de la interacción e intercambio de ideas entre los artistas y la sociedad. Por último, quiso recomendar dos libros para el Día del Libro: "El crepúsculo de Prometeo" y "La maldad política. Y cómo combatirla" de Alan Wolffe.