Ir al
Retiro durante la Feria del Libro de Madrid es una costumbre que en mi casa se
sigue desde que tengo recuerdo, y eso son muchos años. La visita se vivía con
expectación y que a los títeres de Don Redondón sumábamos la sorpresa del libro
que nos íbamos a llevar a casa.
Después
la tradición se modificó un poco y, aunque seguíamos yendo con nuestros padres,
estos nos daban un dinerito para que fuésemos nosotros los que pagásemos el
tesoro seleccionado. ¡Lo difícil era elegir uno solo!
Pero
los tiempo cambian e ir a la Feria, aunque se ha mantenido como costumbre, ya
no es lo mismo. Ahora en vez de ir una vez con mis padres, voy varias veces y
el presupuesto hay que dividirlo en dos veces para no gastarlo de golpe (esto,
por supuesto, sigue igual: libro veo, libro quiero). Además, la Feria se ha
convertido en un encuentro con amigos, amigos del foro, pero también amigos
escritores y editores, sin que por ello
sigan faltando los libros infantiles para los peques de la familia.
Y aún
así, hay tres cosas que no cambian:
- Los rumores de llevarse la Feria a otro sitio lejos del Retiro, que este año han vuelto con fuerza y aumentados. Ya no se trata solo de llevársela a la periferia, sino que quieren convertirla en un cruce de feria profesional y cobrar entrada, que aunque luego te la descuenten en el primer libro que compras, no es lo mismo.
- Las casetas sobrantes, esas casetas clónicas no solo por fuera sino también por dentro: los mismos libros, los mismos autores firmando, la misma falta de alma de los que venden libros como pueden vender electrodomésticos porque solo importa la caja al final del día.
- La ausencia de fondo de catálogo en editoriales medianas y grandes. Acudes a la caseta editorial con toda tu ilusión preguntando por ese libro que no encuentras en tus librerías cercanas, pero que te resistes a encargar y te dicen que no lo tienen porque es antiguo y solo han traído novedades. Oiga, que las novedades ya las tengo en todas las demás casetas de librerías generalistas.
La
primera vez que los rumores de llevar la Feria al Ifema tuvieron visos de realidad,
a Gallardón se le ocurrió encuestar a los madrileños y usuarios del Retiro. La
respuesta en contra debió ser tan abrumadora como para quitarle la idea de la
cabeza por todo el resto de su mandato. La gracia de la Feria radica en que
juntas libros y naturaleza en un paseo
en el que lo mismo te achicharras bajo el sol que te cae una tromba de agua y
además está en un sitio emblemático y bien comunicado para todos los que no
vivimos en Madrid sino en los alrededores.
Las
otras dos cosas son más fáciles de cambiar, pero afectan a la recaudación directa
del ayuntamiento: eliminar del todo las librerías generalistas y prohibir la
venta de libros editados en el último o los dos últimos años salvo a las
editoriales con pocos títulos (menos de 100, por ejemplo).
De un
lado consigues no hacer competencia a las librerías que no pueden permitirse
pagar caseta en la feria y no pueden aplicar el descuento al estar fuera del
Retiro y por el otro consigues abaratar las casetas para todos y facilitar que
se amplíe el catálogo de libros disponibles.
Y de
esta, el librero de mi localidad me mata, porque sobrevivía de las ventas que
hacía en el Retiro.
¿Vosotros
qué opináis?