Durante la tiranía de Rafael Leonidas
Trujillo (1930-1961), dos muertes conmovieron a la sociedad
dominicana. Se trataba de los jóvenes esposos Pilar Báez y Jean
Awad, cercanos al círculo de Angelita Trujillo, la hija mimada del
dictador, y su entonces esposo, el sádico Luis José –Pechito-
León Estévez. Desde el momento del extraño fallecimiento de Pilar,
al dar a luz a su única hija, comenzó a oírse sotto voce que la
causante de esa muerte no era otra que Angelita, enamorada de Jean
Awad. Nueve meses después, Jean perdería la vida en un supuesto
accidente de tráfico, paradójicamente con cinco días de diferencia
con las Hermanas Mirabal, existiendo grandes similaridades entre
ambos decesos. Luis José León Estévez no estaría dispuesto a
permitir que su esposa lo sustituyera por el joven teniente, y de
paso perder el poder del que disfrutaba debido a su parentesco con
Trujillo.
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La investigación para comenzar a
escribir La Verdad de la Sangre fue ardua y laboriosa. Se
necesitaba reconstruir de la forma más fiel posible la realidad que
vivían los esposos Awad-Báez, por lo que no debía quedar ninguna
fuente sin consultar. El libro, además de relatar la historia que
aconteció, es una recopilación de indicios, pruebas y testimonios
que concluyen que las muertes de Pilar y Jean correspondieron a manos
criminales. En los testimonios de los testigos que durante cincuenta
años no se volvieron a ver se puede apreciar coherencia a la hora de
cotejarlos, pudiendo armar perfectamente el puzzle necesario para
reconstruir ambos asesinatos. Las pruebas e indicios, de peso
irrefutable como apunta el historiador Juan Daniel Balcácer, se
presentan a modo de sobrada documentación, impidiendo que se pueda
dudar de nuestra versión y desarmando así las mentiras que durante
estos años han querido mantener personajes como Angelita Trujillo,
Luis José León Estévez, Naya Despradel, Lorenzo Sención Silverio
o Víctor Grimaldi; todos del mismo círculo y con lazos y/o
intereses entre sí.
Pilar Awad y Eva Álvarez |
Este caso llegó al foro de Ábrete
Libro a colación del libro de Mario Vargas Llosa La Fiesta
del Chivo. El Nobel peruano escribió dicha obra novelando a
personajes reales y añadiendo otros inexistentes como Urania Cabral,
Agustín Cabral o Henry Chirinos. Las inexactitudes sobre un momento
tan delicado, así como su visión de la mujer dominicana, no fueron
bien recibidos en el país caribeño. Es cierto que las novelas
novelas son, pero entiendo que a los hijos de los Héroes les
disguste que Vargas Llosa cuente lo que ocurrió en la
Avenida, atribuyéndoles además palabras malsonantes, cuando nadie
más que ellos sabe lo que pasó y Antonio Imbert, el único
sobreviviente hoy, asegura que no se habló de nada. Comprendo que a
Rosita Perdomo, en el libro Rosalía, le ofenda que se levante una
calumnia contra su honor afirmando que le pasó por encima toda la
Cofradía de Rhadamés Trujillo, cuando ella sólo se acostó con
Ramfis y de forma voluntaria. De igual manera entiendo que
expresiones como afirmar que Miguel Ángel Báez Díaz –padre de
Pilar Báez– se presentó en un Peugeot en el que no cabía no tienen
lugar, porque Miguel Ángel no era gordo; tampoco nadie se refirió a
él de forma despectiva, pues era uno más en el complot al ser primo
de Juan Tomás y Modesto Díaz y tratarse con ellos, como expresó
durante las posteriores torturas, como hermano.
Por estos motivos entre otros, la obra
de Vargas Llosa creó un gran malestar social en República
Dominicana.
En 2010, Pechito León Estévez perdió
la vida a manos asesinas -las suyas propias- suicidándose a
destiempo. Vargas Llosa escribió un artículo en el periódico El
País titulado La Muerte de un Pimpollo, dónde se refería al
asesinato de Jean Awad Canaán por órdenes de Pechito como
inverificable leyenda. Continuaba haciendo alusión a la
hija de aquel teniente, Pilar Awad Báez, debido a que en aquel
tiempo ésta se reafirmó en los medios de comunicación en que sus
padres habían sido asesinados.
La investigación para La Verdad de
la Sangre estaba en curso, aunque no a término, por lo que no
podíamos contestar en dicho momento a Vargas Llosa pese al coraje
que sentíamos.
Eva Álvarez y Mario Vargas Llosa |
El pasado mes de junio, diez días
antes de la puesta en circulación de nuestro libro, Pilar y yo nos
entrevistamos con él en Holanda, informándole de que la
inverificable leyenda por fin iba a ser verificable. Fuimos
sinceras, expresándole nuestra disconformidad, a lo que Vargas Llosa
se mostró receptivo y amable. Nos despedimos de él prometiéndole
un ejemplar para que pudiera comprobarlo con sus propios ojos. He de
reconocer que su categoría para aceptar las críticas mejoró
considerablemente mi imagen sobre su persona. Vargas Llosa fue un
caballero y nos trató en todo momento con mucha altura.
¿Quién nos iba a decir que sólo La
Verdad de la Sangre reuniría a tantas personas como La Fiesta
del Chivo en su puesta en circulación? Nos sentimos
completamente desbordadas. Las felicitaciones no cesaron, los libros
se terminaron y se trató de un día inolvidable y emotivo. En ese
gran momento nos acompañaron personalidades de la talla de Leandro
Guzmán –mi amigo del alma y viudo de María Teresa Mirabal-, Sina
Cabral –luchadora antitrujillista, encarcelada y torturada por
Trujillo-, distintos integrantes del Movimiento 14 de Junio o
destacados periodistas, diplomáticos y políticos. Tampoco faltaron
los hijos de los Héroes del 30 de Mayo y de los Héroes de
Constanza, Maimón y Estero Hondo.
Un mes después de la presentación,
íbamos por la segunda edición y La Verdad de la Sangre estaba
el tercero en la lista de libros más vendidos de No Ficción.
En la Librería Cuesta |
¿Cómo imaginar tanto éxito?
Realmente, nuestro mayor premio es que la historia le llegue a la
gente, que sea conocida y ante todo, que otras víctimas de abusos
dictatoriales se animen a contar también su historia. De momento y
en privado, distintas personas nos han confiado las suyas:
escalofriantes.
Para condenar a Pechito es tarde,
aunque no fue por falta de esfuerzos y en 2007 la querella en su
contra por crímenes de lesa humanidad se guardó en un cajón. Uno
de los testigos salpicó a un pariente de alguien muy poderoso y de
aquello no se volvió a saber más.
Angelita sigue viva en Miami, con su
maldad intacta y tratando de que su hijo pueda hacer carrera política
en República Dominicana para reinstaurar los escalofriantes ideales
trujillistas, pese a que las leyes dominicanas lo prohíben
terminantemente. Si queda impune, si no va a la cárcel, que al menos
el mundo sepa lo que hizo y la condena moral internacional recaiga
sobre ella.
Fdo: Eva Álvarez