Como explica la definición de la palabra, los géneros nacieron para poner un poco de orden en los cientos de miles de títulos en el mercado y facilitar la búsqueda de nuevos libros a los lectores que se acercaban a las librerías, especialmente a partir del aumento ingente de la producción en épocas en que no se escribían sinopsis en la contraportada y la alfabetización dejó de estar restringida a unas pocas capas de la sociedad.
Paralelamente, o incluso antes, se acentúa la separación entre la "alta" y la "baja" literatura, separación que en ocasiones viene marcada mas por el número de ejemplares vendidos y las envidias que por la calidad real de la obra. Según los escritores que se autodefinen como de "alta" literatura, todo el que vende mucho es un escritor malo que no merece manchar de negro las hojas que gasta y si no venden es porque el vulgo no tiene la suficiente cultura, y según los que venden, lo que hay es pedantería insufrible y no querer bajarse del pedestal. La literatura castellana tiene un magnífico ejemplo de uno de estos duelos en las personas de Quevedo y Góngora, cuyo cruce de poemas ha pasado a la historia de la Literatura.
¿Qué pasa, pues, con los géneros? Pues que al adscribir determinados libros a determinados géneros, a los posibles lectores y compradores les resultaba más fácil saber de antemano si un libro tenía probabilidades de gustarles ya que se daba por sentado que se iban a ceñir a determinados parámetros y tópicos por todos conocidos. Pero, claro, aquí chocamos por un lado con que los seguidores de Góngora se duelen de que la "alta" literatura pueda ser clasificada e, incluso, llegar a un amplio público y vender —¡herejía!—; y, por el otro lado, con los avispados encargados de etiquetar un libro dentro de un género u otro según los compradores del mismo que haya en un momento u otro.
El resultado es que, además de literatura "alta" y "baja", ahora hay géneros de primera y de segunda y hasta en vías de extinción. Por ejemplo, si escribo un libro de terror y no me llamo King, querré que etiqueten mi libro de intriga, que vende más y está mejor visto, pero, si escribo romántica, habrá quien me diga que mejor que lo haga con pseudónimo, aunque las lectoras sean fieles y sostengan económicamente a mas de una editorial. Sin embargo, si escribo algo que pueda adscribirse a la novela histórica, tendré un estupendo halo y aceptación social que no tendría de escribir novela de aventuras. Y todo, hasta que un par de libros o tres que trasciendan los estereotipos se publiquen relativamente cercanos en el tiempo y rompan los esquemas e inclinen la balanza hacia otro género en el corazón de los compradores.
¡Con lo fácil que es dividir en buena y mala literatura y en literatura que me entretiene y que me mata de aburrimiento! Y como soy de ciencias, eso me da cuatro combinaciones posibles :D
Mientras tanto, seguiremos disfrutando de esos escritores que no se dejan embaucar y escriben lo que les da la gana, dejando que los demás se rompan la cabeza a la hora de clasificarlos. ¡Larga vida!