jueves, 22 de septiembre de 2011

Si yo hubiera sido escritor


Si yo hubiera sido escritor,  volvería de la tumba  para torturar a   quien tratara de publicar mis libros imperfectos y canallas guardados en cajones o  escondidos en las tripas de ordenadores obsoletos.

Hace tiempo que me siento indignada con el apropiamiento de la memoria de manuscritos inacabados de mis mitos literarios. Cobra cada vez mas fuerza en mi la duda de hasta que punto la literatura   no le debe algo a la  explotación comercial de quien   por una carambola del destino se convierte en albacea de una  mercancía golosa:  los deshechos y descartes  de manuscritos originales o incluso ve alterado alterando los planes  y concepto de publicación del propio creador que,  debido a causas ajenas a sus voluntad,  son publicados  de forma póstuma.

A veces presiento, con una especie de certeza  la  estafa en un estilo complejo y retorcido, que la dificultad de ciertas obras no esta en la voluntad del autor, sino en la de sus herederos que quieren hacer negocio de sus despojos a los que la creatividad del autor no tuvo tiempo en pulir.

Si yo fuera escritora, querría que mis obras fueran  conceptos cerrados, revisados y  completamente terminados. Que nadie tuviera derecho a organizar mis versos en poemas nuevos  o en novelas de capítulos irreales  que adquieren tintes surrealistas cuando  tenía en mi voluntad  un argumento, un desarrollo y un final definido. Que nadie imitara mi estilo para dar coherencia a lo que solo son esbozos inconexos o cambiara mi idea  del conjunto de mi obra.

Tal vez ese tipo de ejercicio fuera  válido para los estudiosos de mi obra, porque a estas alturas tengo claro, que si todo esto sucede cuando yo ya no estuviera, es que sería  una gloria de las letras universales, una  inteligencia coronada por los eruditos, pero en ningún caso  querría que fuera destinado este ejercicio de investigación de mi proceso creativo   a un  el lector normal  que tan solo busca una historia y vivir una aventura con mis personajes y mis tramas, o deleitarse con mi estilo literario,  jamás para ser publicado como una obra concluida.

No conozco demasiado bien a Roberto Bolaño, disfrute muchísimo su Literatura nazi en América, pero luego las modas  de su vigencia entre la intelectualidad exquisita me ha provocado un cierto rechazo que aspiro a remediar algún día, ( en la estantería me espera y me hace ojitos tiernos sus Detectives salvajes). Me atrae también 2666,  y sin embargo  me pueden los recelos a una obra que fue publicada en contra de la voluntad del autor como una sola novela en vez de su idea  de que cada parte constituyera una historia independiente dentro de una serie, no termino de creerme los motivos que le atribuyen al autor.  Una serie a que pertenecería esta última publicada Los sinsabores del verdadero policía, manuscrito que apareció entre los papeles del autor, según dicen completo. Me puede la desconfianza, no lo puedo evitar.


Si yo fuera la depositaria de la obra y la memoria de un genio coronado por la critica y los eruditos, tal y como veo el panorama, creo que cerraría los archivos de esa memoria, y no permitiría jamas la publicación de correspondencia privada, ni de manuscritos  inacabados, ni de libros imperfectos  de los que soy guardiana de forma fortuita.  Creo que una carta es un documento intimo y privado,  como una conversación  entre dos personas, que  jamás debería hacerse pública sin la  autorización de los  protagonistas:  quien la escribe y quien la publica. Creo que si  alguien deshecha un manuscrito, que destinado a ser modificado y ampliado  o cambiado  de rumbo, se equivoca, porque es deshecho de papelera o material de trabajo, no una obra acabada  y lista para ser presentada al lector.

Si yo fuera uno de esos genios difuntos, me revolvería en la tumba al ver  que no se da a mis admiradores lectores una obra perfecta, pulida en sus defectos, con el ritmo que yo le impuse y se sacan a la luz  lo que mis niveles de autoexigencia no ha aprobado,  mis vergüenzas y fracasos.
Julia

3 comentarios:

Rober dijo...

Es lo que tiene el money.

Es tal como dices. La obra de un autor no es una mercancía que pueda alterarse para que resulte más atractiva a la venta. Está muy bien que se conozcan las obras de los grandes autores, pero un relato/poema es algo tan personal que, si está inconcluso, así debería quedar.

Si yo hubiera sido escritor supongo que tampoco me habría gustado que alterasen una parte de mí, que al fin y al cabo es lo que se plasma en el papel.

Saludetes!

Rober dijo...

Es lo que tiene el money.

Es tal como dices. La obra de un autor no es una mercancía que pueda alterarse para que resulte más atractiva a la venta. Está muy bien que se conozcan las obras de los grandes autores, pero un relato/poema es algo tan personal que, si está inconcluso, así debería quedar.

Si yo hubiera sido escritor supongo que tampoco me habría gustado que alterasen una parte de mí, que al fin y al cabo es lo que se plasma en el papel.

Saludetes!

Anónimo dijo...

Me pregunto si la producción artística tiene alguna protección jurídica. ¿Sería posible dejar las cosas "ligadas" en un testamento?
Quizás nombrar albacea literario a una persona de confianza.
Tengo mala conciencia después de leer la entrada de Julia porque desde el otro lado, desde mi butaca de lectora quiero tener acceso a lo que dejaron mis autores preferidos.
Sora91